Tras la caída de Napoleón, que había conquistado media Europa y consagrado el liberalismo impuesto por la Revolución, los mandatarios europeos quisieron volver atrás y restaurar tanto el Antiguo Régimen, como las fronteras anteriores a Napoleón.
Como reacción contra el imperialismo de Napoleón y el nuevo mapa dibujado por el Congreso de Viena y como consecuencia directa de las revoluciones liberales que se sucedieron desde finales del siglo XVIII, el nacionalismo irrumpe con fuerza en el siglo XIX. Así, muchos pueblos se consideran oprimidos por otros diferentes que los dominan, como es el caso principalmente del Imperio Austriaco y el Otomano. Así, por ejemplo, surgió Italia, por la unificación de 6 estados independientes entre sí, algunos de ellos en poder del Imperio Austriaco (Lombardía-Véneto).
En cuanto a la actual Alemania hasta mediados del siglo XIX Alemania no había constituido una nación unificada, sino un conjunto de 38 estados independientes que formaban la llamada Confederación Germánica. Entre dichos estados, sobresalieron por su importancia, el reino de Prusia, que agrupaba a pueblos de origen germánico, y Austria , poblada por diversidad de razas. Las guerras Napoleónicas y el anhelo nacionalista que agitó a Europa, hicieron que los pueblos germánicos aspirasen también a formar un solo estado poderoso, una sola Nación, esta fue Alemania.
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