En efecto, hasta el Lazarillo los relatos presentaban a un héroe adulto (un caballero o un señor refinado consagrado a la vida pastoril, un príncipe, etc.) cuyos caracteres estaban ya fijados cuando el Lazarillo se publicó, y entre los que destacaba el hecho de que ese héroe anterior al Lazarillo (generalmente noble) no cambiaba a lo largo de su historia y aventuras, es decir, su personalidad se mantenía inalterable, no cambiaba su forma de ser y, por lo tanto, por muchas aventuras que tuviese ese héroe anterior al Lazarillo, no observamos en él ninguna transformación importante de su personalidad. Este tipo de relato no es moderno.
Sin embargo, con Lázaro de Tormes se produce un cambio importante: ahora se nos presenta una vida haciéndose, puesto que narra la historia de un personaje (no noble) desde su niñez, para que entendamos por qué, en el último capítulo, ha caído en el deshonor. De esta manera, ese personaje (por primera vez en la historia literaria, un protagonista pobre y miserable) es, en cada momento, una consecuencia de lo que ha vivido. No podríamos comprender cómo piensa y actúa en un capítulo sin saber qué le ha sucedido en el anterior y en los anteriores. Este es un RASGO NOVELESCO MODERNO.
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